
En la intimidad de un jarrón, o en las flores puestas en el paisaje, encontramos en la obra de Graciela Giles la profunda empatía entre el modelo y su creadora. La ejecución de un trazo de gran soltura nos sumerge en la atmósfera clara de la aguada, sin perder el vigor y el carácter de cada una de las flores que interpreta, permitiendo que cada una de ellas aporte su inconfundible presencia.
El conocimiento de la forma y el color, sumado a la velocidad de la exigencia técnica del sumi-e, hace de sus trabajos un equilibrio sostenido y de una factura impecable. Seguramente Giles ha asimilado aquello que los viejos maestros orientales decían: “Convertirnos en flores para pintar la flor.”
Celebremos con Graciela Giles aquello que ella ha conseguido con oficio y sensibilidad, y que nos permite entrever el universo fragante que nos rodea. ¡Celebremos!
Buenos Aires, invierno 2010
Cristina Coroleu :: Artista Plástica